Se utilizaron larvas estériles de moscas con el fin de limpiar 5 lesiones ulcerosas, en cuatro pacientes del Servicio de Cirugía del Hospital Regional de Valdivia. Los pacientes seleccionados firmaron un consentimiento informado.
Las larvas estériles se obtuvieron de huevos de mosca Lucilia sericata, que fueron esterilizados en hipoclorito de sodio de 0,5% y formalina de 10%, comprobando su desinfección con cultivos negativos en agar sangre y caldo triptosa. Las larvas se depositaron en la úlcera (5-10 larvas / cm2 de superficie), protegiendo la piel circundante con un apósito adhesivo.
La fuga de larvas se impidió con una malla fina de nylon. El exudado producido fue absorbido por gasas que se cambiaron entre 2 a 3 veces al día. Las úlceras se limpiaron totalmente con 1 a 6 aplicaciones de larvas, el olor desapareció luego de la primera aplicación en todos los pacientes. Hubo fuga de larvas en todos los pacientes en las etapas iniciales de cada tratamiento.
Sólo un paciente manifestó sensación de cosquilleo por las larvas. El método propuesto puede ser de utilidad para limpiar úlceras crónicas, en pacientes cuyas curaciones diarias no logran mejoría.
La utilización de organismos vivos para tratar enfermedades es una práctica cada vez más utilizada en el ámbito médico. La aplicación de larvas de moscas en forma estéril y con el debido conocimiento científico del tema se conoce como terapia larval1. Su uso en el tratamiento de heridas ha sido conocido por siglos y redescubierta en las guerras napoleónicas.
En la guerra civil de EEUU fue utilizada por primera vez, en forma controlada por los médicos del ejército americano confederado. En 1928, Baer, después de observar los efectos de las larvas en soldados heridos de la primera guerra mundial, inicio el uso metódico de la terapia larval con un estudio en 89 pacientes, publicando un 90% de éxito. Este hallazgo convierte la terapia larval en el tratamiento de elección para heridas crónicas.
Luego, con la introducción de los antibióticos, más el perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas y de asepsia, la terapia larval es paulatinamente dejada de lado. En 1940, tiende a desaparecer, quedando relegada a una curiosidad médica, utilizada sólo como medida de último recurso.
Sin embargo, a fines de la década de los Sherma reinicia la terapia larval y a mediado de los 90 su uso se extiende al Reino Unido, Israel, Alemania, Suecia, Austria, Hungría, Suiza, Bélgica, Ucrania, Australia, Tailandia, etc. Actualmente, cientos de centros médicos han tratado más de 10.000 pacientes con esta técnica.
Aunque, las larvas de muchas especies de moscas producen miasis humana, sólo algunas se han utilizado con fines medicinales, en especial de la familia Calliphoridae, por poseer propiedades biológicas ventajosas para su uso, siendo la mosca verde Lucilia sericata la más utilizada.
Mumcuoglu describe tres efectos de las larvas de moscas sobre las heridas
1) debridación del material necrótico
2) desinfección de la herida por inducir la muerte de bacterias y
3) estimulación del crecimiento de tejido sano.
Los mecanismos responsables de estos efectos aún no están completamente dilucidados. Prete, en 1998 demostró que las secreciones digestivas y la hemolinfa de las larvas estimulaban el crecimiento de fibroblastos in vitro.
Otros elementos que se han evidenciado corresponden a la producción de debridación física por ingestión de material necrótico, respetando el tejido sano y un efecto de lavado que es producto de la constante secreción de abundante líquido. Este líquido contiene suero, bacterias y neutrófilos, postulándose que las larvas activan macrófagos que inducen la cicatrización y secreción de factores de crecimiento. Las larvas secretan enzimas que destruyen las bacterias en el intestino del insecto.
Entre las sustancias aisladas y que participarían en esta destrucción de las bacterias se encuentra además una proteína ácida secretada por Proteus mirabilis, comensal del intestino de la larva, y sustancias antibióticas (ácido fenilacético y fenilacetoaldehído). Otras sustancias reportadas son: alantoína y urea, asociadas a propiedades cicatrizantes; amonio y carbonato de calcio, que alcalinizan el medio, favorecen la cicatrización y disminuyen el crecimiento bacteriano. Las observaciones clínicas proporcionan evidencias de que las larvas, además de producir debridación, estimulan el desarrollo de tejido granulatorio.
En Chile, existe un número no determinado, pero importante, de pacientes con heridas crónicas como úlceras, úlceras por presión, úlceras varicosas y pie diabético, que se tratan generalmente de manera ambulatoria, hospita-lizándose cuando existe compromiso sistémico por la infección. Habitualmente, se tratan con curaciones frecuentes y a veces con aseo quirúrgico en pabellón, siendo generalmente de evolución tórpida, permaneciendo meses y años en tratamiento. El mal olor es una condición por la cual muchas veces estos pacientes son aislados del resto o del núcleo familiar.
Los objetivos de este trabajo son:
1) reproducir bajo condiciones locales los buenos resultado obtenidos con terapia larval en otros países, para así, disminuir el tiempo de tratamiento de heridas crónicas y
2) obtener pacientes con lesiones libres de olor y con tejido granulatorio que permitan que la lesión pueda continuar su tratamiento con apósitos, injertos, o simplemente cicatrice espontáneamente.
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